domingo

LA ABUELA

La abuela Bertha Jensen murió maldiciendo.
Ella había vivido toda su vida en puntas de pie, como
pidiendo perdón por molestar, consagrada al servicio de
su marido y de su prole de cinco hijos, esposa ejemplar,
madre abnegada, silencioso ejemplo de virtud: jamás una
queja había salido de sus labios, ni mucho menos una
palabrota.
Cuando la enfermedad la derribó, llamó al marido, lo
sentó ante la cama y empezó. Nadie sospechaba que ella
conocía aquel vocabulario de marinero borracho. La agon
ía fue larga. Durante más de un mes, la abuela vomitó
desde la cama un incesante chorro de insultos y blasfemias
de los bajos fondos. Hasta la voz le había cambiado.
Ella, que nunca había fumado ni bebido nada que
no fuera agua o leche, puteaba con voz ronquita. Y así,
puteando, murió: y hubo un alivio general en la familia
y en el vecindario.
Murió donde había nacido, en el pueblo de Dragor,
frente al mar, en Dinamarca. Se llamaba Inge. Tenía una
linda cara de gitana. Le gustaba vestir de rojo y navegar
al sol.

Eduardo Galeano - El libro de los abrazos

No hay comentarios: