
Cuando Eva conoció a Adán, su carne no exhibía el violáceo reflejo de la violencia, la soledad era algo intangible, una enfermedad que padecían siempre los demás.
Cuando Eva conoció a Adán el paraíso aún no era un poster amarillo que ya nadie miraba, ni el salón se había cubierto de negras libélulas.
Esta noche recibí la noticia, Eva murió ayer, encontraron su cuerpo tendido en el cuarto de baño. Tenía los ojos abiertos, el rostro ensangrentado y en la mano izquierda apretaba un trozo de papel que decía: La ceguera no afecta a los ojos, sino al corazón.
Toño Jerez