Después de un tiempito en el exterior, cuando me encuentro suficientemente contaminado he decidido volver a habitar la soledad de mi cuartel de invierno, la soledad de necesitar estar más solo que nunca. Este tiempito harto de estar harto del fingido gesto que todos permutan sin vergüenza ninguna sobre las aceras. Harto de la risa hueca, de la mueca forzada que casi nunca parece una sonrisa, harto de ver como para cruzar el río todo hacen un hatillo donde proteger el miedo que les da estar vivos, el pánico a morder la vida.Harto de mis propias excusas, retorno para no retornar jamás allá donde sólo es útil el todo vale.
Faltan hospitales créanme, y no para las enfermedades de la carne, no para los heridos de guerra –que también- faltan hospitales para los mordidos por la tristeza, para los inundados de miedos, para los indecisos, para los que no saben mirar más allá de sus narices y acaban confundiendo la lluvia con la pena. Faltan hospitales, pizarras, pupitres donde explicar que la cobardía del corazón deja un sabor a óxido en la lengua difícil de quitar.
Un gusto encontrarme de nuevo con vosotros.